El pueblo elige a los gobernantes para la administración pública en beneficio del bien común y de las grandes mayorías. Pero cuando los funcionarios se aprovechan de los recursos del Estado para beneficio personal o de cierto sector privado, se viola el derecho de igualdad ante la ley y se debilitan los principios democráticos.
¿Cuántas veces escuchamos hablar del modelo nacional y popular que impulsa el Kirchnerismo? ¿Cuántas veces hemos oído de boca de Cristina Kirchner decir que su gobierno es lo opuesto de los noventa?
Sin embargo, con el Kirchnerismo los casos de corrupción se continúan: el caso SKANSKA, el caso Borocotó, el escándalo Ciccone (que involucra al vicepresidente Amado Boudou) y ahora aparecen testaferros, el lavado de dinero, el enriquecimiento ilícito, etc. ¿Y la coherencia? ¿Y el respeto por el pueblo?
Cómo no movilizar, cómo no rechazar, hoy, eso mismo que rechazábamos antes. Y pensar que con el “que se vayan todos” habíamos dado fin a la corrupción en la política Argentina.
La corrupción es el mal uso del poder para beneficio personal y privado. La corrupción daña la voluntad de las grandes mayorías. La corrupción daña el sistema político y las instituciones. ¡LA CORRUPCIÓN MATA!
Devolvámosle la ÉTICA A LA POLÍTICA porque este pueblo ha pasado años luchando para volver a creer en ella como herramienta de transformación.
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